PARA IR A CASA
Cuando aún nos guiábamos por las estrellas, veíamos al mago de los caminos clavarse un cuchillo en el brazo y sacárselo sin hacerse daño. Entonces yo le decía a Tere, la mujer pequeña y gorda con humo en las orejas:
_ Llévame a casa.
En el camino de vuelta, donde las estrellas aligeraban el paso, nos encontrábamos con el panadero, que sostenía con un brazo una pella de masa parecida a una barriga. Siempre me saludaba poniendo su mano libre sobre mí, hundiéndome los dedos en la piel como si yo fuese de pan; igual que el mago para demostrar que no había truco. Entonces, temiendo que aquellas constelaciones se prolongaran, yo le decía a Tere:
_ Llévame a casa.
Caminábamos más rápido, y las estrellas se movían. La mayoría de las veces pasaba sobre nosotros el carnicero, con un traje muy gracioso de filetes y un cuchillo con el que los iba cortando. En este punto del camino, si me reía, Tere siempre me recordaba las palabras del mago:
_ Este número es extraordinariamente peligroso, aconsejo a las personas sensibles que se tapen los ojos o que abandonen la sala.
Entonces yo le decía a Tere, bajando los ojos del cielo:
_ Llévame a casa.
Y seguíamos andando, bajo las estrellas. Cuando lográbamos que éstas tan sólo parecieran unos puntos inexplicables, llegaba de repente el frutero, con un racimo de bananas vendadas. Se acercaba a nosotras, y yo veía cómo de las vendas salía un líquido rojo, igual a la sangre del mago. Entonces, mirando hacia otra constelación distinta, le decía a Tere:
_Llévame a casa.
Si había suerte, no nos encontrábamos con nadie más hasta llegar a casa.
Pero lo cierto es que Tere nunca me llevaba a casa. Sólo me hacía creer que el lugar techado sin estrellas al que llegábamos era una casa.
El día en que lo descubrí me encontraba en la cama; fue después de ver al mago y de haber hecho el camino de siempre: Abrí los ojos y me encontré una melena gruesa de pelo negro saliendo del techo, que no paraba de crecer y crecer hacia mi. Yo llamé gritando a Tere, que acudió rápidamente, con su cara de niña vieja, el humo saliéndole de las orejas y unas tijeras que le quedaban grandes.
Al ver el pelo negro que crecía del techo hacia abajo, Tere me hizo salir de la cama, la apartó hacia un lado y abrió una trampilla que se encontraba debajo de ella, de la que yo no sabía nada. El pelo negro que colgaba del techo crecía salvajemente hacia la trampilla, y Tere lo iba cortando y dejando que cayeran los cachos dentro. Yo no puede soportarlo y salí corriendo de aquel sitio.
Había decidido ir a buscar al mago que se clavaba un cuchillo y no se hacía daño.
Por los caminos, me encontré otra vez con las constelaciones.
Entonces, como no tuve el valor de pedírmelo a mi misma, se lo pedí a ellas:
_ Llevadme a casa.
Elisa Miravalles.
Para ir a casa by Elisa Miravalles is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Óleo sobre lienzo / 41x33 cm
Óleo sobre lienzo / 33x19 cm
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Óleo sobre lienzo / 162 x 114 cm